Abra del Acay


Y la frutilla del postre de ese gloriosos finde: ¡¡el Abra del Acay!!!  En realidad organicé los otros recorridos alrededor de éste porque lo que más quería era ir a este dichoso lugar, uno de los pasos de ruta más altos del mundo.  Y vaya si valió la pena...  La fecha fue perfecta ya que en pleno verano es peligroso por los desmoronamientos ocasionados por las continuas lluvias, y en invierno directamente ¡se congela!

Tengo un gran recuerdo de ese viaje ya que, aunque me dolió al bolsillo (fue la primera vez que contraté camioneta y guía sólo para mí, más allá de que se juntara más gente o no) fue darme un gusto de algo que tenía muchas ganas hacía tiempo.  Y el primero de los viajes sin un grupo por lugares tan inhóspitos y altos.  Encima nos tocó un día ¡divino!   Yo suponía que íbamos a tener tremendo vientazo a esas alturas pero no, solazo puneño todo el día.
vista del Nevado de Cachi
Salimos tempranísimo de Cachi, tomamos la ruta 40 hacia el norte y a las dos horas estábamos por La Poma (¡qué linda que es la vista al llegar!!).
llegando a La Poma
vista del Nevado de Cachi
Al rato entramos en una quebradita donde están los Graneros Incaicos.  ¡Increíble!  Son lugares de almacenamiento de alrededor del año 1000/1500, en un lugar de camino que tiene, al sur los Valles Calchaquíes, al sureste el Valle de Lerma, al noreste Tastil y al noroeste la Puna.
Los Graneros Incaicos de La Poma
Los Volcanes Gemelos de La Poma

vegas camino al Acay
De a poco el camino empieza a subir, dejamos de ver el Nevado de Cachi y empieza a asomarse el Nevado del Acay (5716 msnm) que, como otras moles andinas, es un santuario de altura.  Y muy impactante ver sus vertientes, que ahí cerquita son apenas unos cursos de agua, y saber que a medida que bajan se convierten en el gran Río Calchaquí que riega los valles ("padre de toda la siembra" como dice la zamba...).
esas vertientes del Acay son la naciente del Río Calchaquí
Nevado del Acay
También me impactó mucho cuando a esas alturas veíamos ranchos con paneles solares, llamas, o escuelas. ¡Qué temple para vivir en un lugar tan inhóspito!  Realmente el puneño es para sacarse el sombrero...
La señora Corpachay, quien más cerca vive del abra...
Camino al Abra del Acay
Yo iba con la boca abierta, chocha de la vida, disfrutando también con los varios tonos de amarillo-puna en las vegas...
vegas llegando al Abra del Acay
Subimos y subimos, siempre en vueltas para rodear el cerro y poder llegar al abra, ya tan altos que prácticamente sólo yareta y vicuñas veíamos.
Abra del Acay
Y por fin ¡llegamos!  ¡Qué emoción!
Abra del Acay
Primero lo primero, agradecer a la Pachamama en la apacheta...
apacheta en el Abra del Acay
Tremendas las vistas desde ahí... yo me puse a ir de acá para allá y me acuerdo cómo sentí "la altura" cuando en un momento me agaché para sacar una foto y al levantarme de golpe, sentí como si tuviera el cielo sobre mi cabeza... por suerte fue un ratito nomás, ja, ja
¡Acay!
Desde ahí veíamos el Cerro Chañi (parece un volcán pero no, es un cerro), el camino a San Antonio de los Cobres, las Salinas Grandes, ¡una ubicación privilegiada!

Abra del Acay: vista del camino que baja hacia San Antonio de los Cobres
Y pegamos el vueltón puneño: seguimos al norte por la R40 y almorzamos en San Antonio de los Cobres, de ahí más al norte hermosas las llamitas con sus puisos, esas corbatitas tejidas que les ponen a algunas, en esa plena puna-, cruzamos las Salinas, hasta que empalmamos con la ruta 52 hasta Purmamarca y de ahí bajamos a Salta.  

                             ¡¡Hermosísimo viaje puneño!!

el amarillo-puna de las vegas
hartas vicuñas
llamitas puneñas
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Sobre Vicky Yened

Hace unos 15 años que descubrí la Quebrada y Puna. Fue un flash... tremendos paisajes con cerrazos coloridos, cóndores, llamas, vicuñas, cardones, que desde hace miles de años moldean un hábitat sencillo y estremecedor... pero lo que más me impactó es la cultura viva que aun se mantiene y conmueve... la Pachamama siempre presente, las chayadas, las apachetas, las ofrendas, las rondas de coplas... Así que ahí ando, cada vez que puedo me hago escapaditas revitalizantes.

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